La sonrisa de un niño es el reflejo de un mundo donde todo es posible y la felicidad es infinita.

La imaginación de un niño pinta el universo con colores que los adultos hemos olvidado.

La alegría de un niño es el tesoro más valioso que debemos proteger y celebrar.

El abrazo de un niño tiene la magia de curar cualquier tristeza y llenar el alma de amor.

El poder de un niño radica en su capacidad de soñar y actuar para cambiar realidades.

El espíritu indomable de los niños es la fuerza motriz que puede cambiar el curso de la historia.

Los niños son las semillas del cambio, capaces de germinar en cualquier terreno y florecer en acciones que transforman el mundo.